Página de citas

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La lluvia golpeaba la ventana de la habitación en la que pasaba la mayor parte del tiempo ejerciendo mis aficiones, era una tarde desagradable. Dejé la guitarra a un lado, dos horas ensayando, tenía los dedos destrozados. Me dolía entre las falanges y las yemas me quemaban.

— Mañana más, pensé mientras encendía el ordenador.

El Windows 10 me daba la bienvenida, una vuelta por Facebook, por el correo que como siempre solía estar vacío. Entré en YouTube busque canciones de Dire Straits, que bien suena la guitarra de Knopfler, encontré el álbum en directo Alchemy, minimicé la ventana y con el fondo musical hice lo que jamás se me habría ocurrido, quizás llevado de la mano del aburrimiento me di de alta en una página de citas.

Empecé a ojear las posibles candidatas y no tardé en darme cuenta que aquello no era normal o yo estaba oxidado. Los perfiles visitados uno a uno me mostraban mujeres que posaban para un casting de películas porno, supermaquilladas, sobreactuadas. Eso no era lo que buscaba.

Estaba a punto de rendirme cuando pulse sobre el perfil de «SDLR». Fue toda una grata sorpresa, en la foto se veía una mujer risueña con un cuerpo increíble, sus largas piernas se conjugaba perfectamente con un vientre y pechos bien formados, su pelo caía sobre sus hombros deseando ser apartados lentamente para dejar al descubierto ese cuello que pedía a gritos ser besado, lucía una sencilla medalla. Sus manos se apoyaban sobre la parte superior de una falda entreabierta, su torso brillaba embadurnada, quizás en una crema hidratante, el bikini no había dejado marca en sus pechos estaba totalmente bronceada, la imaginé tomando el sol en topless arrastrando la mirada de todo los hombres a su alrededor, por un momento sentí celos del fotógrafo. Baje de las nubes y coloque el cursor sobre el link de enviar un mensaje, pasaron los segundos…

— «Demasiada mujer para ti tío», pensé mientras me levantaba de la mesa, era tarde tocaba el último café del día.

«Sus manos se apoyaban sobre la parte superior de una falda entreabierta, su torso brillaba embadurnada, quizás en una crema hidratante, el bikini no había dejado marca en sus pechos estaba totalmente bronceada»

Salí de la cocina para apagar el ordenador y acostarme, como siempre solo, al día siguiente trabajaba y tocaba madrugar. Delante de la pantalla, el valor del que se retira tras un combate y se arrepiente de no haber seguido en la lucha me hizo esta vez pulsar sobre el link, simplemente escribí: «Que pena que viva tan lejos de ti. Me gustaría acariciar ese cuerpo durante toda la noche. Sé que nunca voy a poder verte e incluso que con ese cuerpo no busque a alguien como yo. Me gustaría derramar sobre ti mis caricias. Caricias que se merece un cuerpo como el tuyo. Eres preciosa, emanas simpatía sería muy bonito perder la cabeza por ti y eso que me prometí no entablar contacto con alguien de tan lejos, pero te vi y no pude resistirme. Un saludo.

El día siguiente no fue muy distinto del resto, un día más o un día menos según se mirase. Llegue a casa encendí como siempre el PC y fui a darme una ducha, a la vuelta entre en aquella locura transitoria de la noche anterior dispuesto a darme de baja de la página de citas. ¡Joder! Pensé ¿y ahora qué hago? «SDLR» me había contestado, el corazón me dio un vuelco como a un adolescente asustado ante una mujer, no sabía qué hacer. Ella con toda la razón del mundo quería conocerme, ver como soy.

Así transcurrieron los días y las semanas. Nos fuimos conociendo, incluso con el tiempo compartimos los teléfonos y las charlas por WhatsApp eran más dinámicas y amenas. Transcurrido unos meses llegó lo que nunca hubiese imaginado, quedamos en vernos y ahí que cogí un fin de semana me tiré a la carretera y marche a su encuentro.

Llegue a su ciudad, habíamos quedado en el hotel donde me hospedo, subí a la habitación dejé el equipaje me di una ducha y bajé al vestíbulo donde nos encontramos. Ella puntual estaba allí, en persona me impresiono mucho más —¡Qué bonita es— Dije en voz alta.

Me acerque a ella y me vio, también me reconoció, nos saludamos y nos dimos dos besos. Entonces ella me regalo sin querer algo para toda la vida: el olor de su perfume. Como me gustaba ese olor a fragancia de jazmín arrastrada por una fresca brisa marina. A partir de entonces cada vez que salgo a correr o pasear por el paseo marítimo de mi ciudad todo ese olor al que antes no prestaba atención me recordaría a ella, el olfato sentido de los recuerdos.

Fuimos a comer, tomamos algo en la sobremesa que se hizo muy amena y acordamos vernos por la noche para salir a cenar.

Pasé a recogerla donde me dijo. Llegue tarde, no conocía la ciudad y todavía no me había acostumbrado al nuevo GPS pero allí estaba ella esperando en la acera. Si por la mañana estaba preciosa ahora no había palabras para describirla. Subió al coche y me sirvió de guía hasta el restaurante donde cenamos.

Tras la cena, en el mismo local había un apartado donde nos sentamos a tomar una copa, los asientos que rodeaba la pequeña mesa eran dobles, muy anchos y ella decidió sentarse a mi lado. No la había tenido tan cerca en todo el día. Allí estaba el olor a Jazmín, sus ojos brillaban a la luz artificial del recinto y su pelo le caía por su hombro tapando parte de su generoso escote.

No pude más, me acerque y le dije —Perdóname. Me miró extrañada y dijo — ¿Por qué?

No le conteste, aparte con mi mano su melena que me estorbaba, cogí su cara entre mis manos y fui acercando poco a poco mis labios a los suyos. Cerré los ojos y no sabía si me correspondería o me soltaría una bofetada, cada vez más cerca podía escuchar su respiración agitada, mis labios casi rozaban los suyos y entonces… Sonó el despertador como siempre a las 6 y media de la mañana, aunque era viernes no estaba muy contento por la cercanía del fin de semana, aquel sueño me dejó paralizado, tardé en levantarme pero me tuve que esforzar. La rutina matutina, ducha, afeitado y cepillado de dientes, me puse el uniforme y giré la cabeza antes de salir de la habitación, allí estaba la cama deshecha riéndose de mi —¡Jodida mala suerte!

Un comentario sobre “Página de citas

  1. Al sopesar la lectura de principio, se me impuso en la variante de tu persona una «nueva vida» posibilista; todo ello, mientras mis pupilas recorrían la trama inicial, esperando una desbordadura en un riesgo de existencia personal. Pero cuando llegué a tu hora de despertar, lo hice también y se me calleron las gafas con aflicción. Las fases del escrito aletean según la ordenanza imaginativa que conmueve a una nueva dimensión afectiva. Te cuento algo, si te situas en el plano religioso…cuantos milagros se producían, provenían de apariciones angelicales al durmiente: EN SUEÑOS. Lo plausible, era que aquellos relatos de somnolencia se cumplían. Lo estimo tal como te relato, a no ser, que al final de tu narración hayas dado un volantazo a la historia.
    Un fuerte abrazo de tu hermano. José Miguel.

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