Habitación 407

El cruzo medio mundo, ella lo arriesgaba todo.

Que sorpresas más bonitas nos depara la vida, solo vasto una red social y después de varios likes un simple SMS por privado diciéndole “me atraes” dio el pistoletazo de salida a la historia más bonita que pueden vivir dos personas.

Él estaba mal. Ella a pesar de todo siempre sonreía, aunque sobre sus hombros llevaba el peso del mundo. Nadie les dijo que enamorarse fuera tan bonito, no se acordaban. Volvieron a la adolescencia, a temblar con solo hablarse por wassaps, fueron horas de charlas, de desnudarse los corazones el uno con el otro.

Muchas veces él quería irse, la veía tan lejos, tan increíble que en ocasiones pensó romper los lazos para no sufrir. Ella no lo dejaba ir, no sabía aún porqué, pero no quería que terminara aquello. Incluso en uno de esos baches ella le dijo que se marchaba de la red social, dejaría de hablar por privado, pero no se marchó sin antes ofrecerle su teléfono para no perder el contacto. Ella no sabía aún porqué. Fue difícil para los dos, cuantos momentos buenos, cuantos momentos duros, cuantas confidencias.

Y si, “el cruzo medio mundo y ella lo arriesgaba todo” sabían que tarde o temprano llegaría ese momento de verse, hablarse, tocarse sin ese maldito teléfono de por medio.

El día llegó, el esperaba su llamada en aquella fría habitación de hotel que a la postre seria el nido de amor más bonito que nadie haya conocido. Sonó el teléfono, le avisaba que estaba de camino. Como por arte de magia todos esos nervios de antes se convirtieron en calma. Se vistió y bajó a buscarla al vestíbulo del hotel. Al verla por primera vez a través de los cristales de la puerta giratoria de entrada, frenó su ímpetu de ir a buscarla hasta ese taxi que la había llevado allí. La vio tan bonita, tan elegante, tan increíble que se quedó inmóvil. Cuando se decidió a salir ella ya había bajado del coche.

En ese instante solo pudieron mirarse, notar todas esas palabras pasadas reflejadas en sus miradas, los ojos que lo decían todo.

Él la dejo pasar, la miro andar, moverse. Ese pelo rubio que se movía al compás de sus pasos, Dios mío esos pantalones ajustados. Destilaba sensualidad por todos sus poros. Qué largo se hizo el camino al ascensor, que lento subía y como se miraban.

Por fin, en la habitación.

Preguntas de cortesía durante ese momento que pasó desde que ella abrió las cortinas y anduvo hacia él. Frente a frente se despojaron de la mascarilla, maldita pandemia pensaron. El tomo la iniciativa, la beso. Las risas del inicio desaparecieron, el silencio que precede a la tormenta poseyó la cama y sus miradas lo decía todo. El mundo a su alrededor desapareció, solo estaban ellos. Y poco a poco mientras él se la comía a besos, caricias y lamidas, notó que el olor fue cambiando del perfume artificial a olor de mujer, de la mujer que más quería y así su boca saboreo ese cuerpo que ya era suyo. Ella sintió su lengua y su boca que no hablaba y notó que se estaban queriendo.

Llovieron muchos besos, caricias, abrazos. El amor se creó en esa habitación 407.

Amor adolescente

Compartieron colegio e instituto, formaban parte de ese grupo de amigos que nuca se olvidaran en el resto de sus vidas, se divertían como lo hacen en esa edad tan maravillosa en la que los niños no son hombres y donde las niñas aún no son mujeres, todos compartían los mismos sitios de recreo, juegos, música, días de playa e infinitas noches juntos hablando de cosas intrascendentes.

La vida quiso que aquella tarde de asueto aquella botella verde de cerveza Calsberg los emparejara en el juego para ellos al filo de la inocencia el deseo y la aventura, riesgos de adolescencia.

Fue ella la que se acercó, lo besó en los labios, un beso inocente. El resto de amigos reían mientras el tiempo del disfrute finalizó. Ella lo miraba de forma distinta mientras se retiraba. El no dejó que se separara mucho y cogiéndola del brazo la atrajo hacia sí, la volvió a besar y ella sintió su lengua en la boca y la amistad cambio de nombre, ella compitió su lengua también y lo mordió en los labios y el querer cambio de nombre. Se abrazaron en un beso infinito, los amigos callaron.

Ambos sin decir nada se ausentaron, dieron por terminado el juego que desde hacía rato ya no lo era y cogidos de las manos anduvieron interrumpiendo su paseo con más besos. Llegaron a la casa de él que estaba sola, no habría nadie más ese mes de agosto. Subieron al cuarto desordenado del joven; sin dejar de besarse empezaron de forma torpe y atropellada a desnudarse uno al otro, a ella le temblaban las manos a la hora de desabrocharle la camisa, mientras el a duras pena podía despojarla del pequeño top con la bandera del Reino Unido, tardó mucho más en conseguir desabrocharle el sujetador.

Los adolescentes pechos de ella quedaron al descubierto, la joven agacho la cabeza y se ruborizo, él no dejó que pasara un mal rato, le levanto la cabeza con dos dedos bajo su barbilla hasta que sus miradas coincidieron, ella intentó decir algo, pero él la callo poniendo su índice sobre sus labios.

Los cuerpos desnudos se tocaron por primera vez él sintió sobre su torso los pechos de ella, sus pezones duros y ella noto como él estaba excitado por su roce.

Cogidos de la mano llegaron hasta la cama e iniciaron los primeros pasos en el amor.

El inicio fue algo torpe, la naturaleza, el instinto, el momento, los olores a amor hizo el resto eso bastó para el inicio de los preliminares. Sus cuerpos temblaban, las caricias no cesaban. El paseó su lengua por sus labios y la boca de ella sintió envidia, mientras todo eso ocurría no dejaban de mirarse como solamente se puede mirar a la otra persona en esos momentos.

No tardo mucho hasta que él estaba dentro de ella, las caricias se multiplicaron, los besos en el cuello no cesaban. Sus movimientos se sincronizaron solos. Llegaron los gemidos, las espaldas arañadas, sabanas mojadas, palabras susurradas. Esas palabras que emanan solas cuando una pareja ha desaparecido del mundo, aislado de todo lo que les rodea. Cuando solo son uno.

Ese momento no se olvidará como no se olvida al primer amor.

La vida continuó, siguieron juntos hasta ese momento en el que el transcurrir de los acontecimientos de la vida puso fin. Llegó la universidad, la distancia, nuevos amigos otras ciudades, estas cosas suceden así en esa edad, el contacto se mantuvo hasta que se fue relajando cuanto más se alejaban de la adolescencia y se hacía más hombre y más mujer. Vinieron más parejas, otras amistades, otras experiencias y lo peor de todo: vino la madurez.

Encontraron buenos trabajos con ellos los problemas de los adultos.

Él solía desayunar todos los días de 9 a 10 de la mañana en el bar de la esquina cerca de su bufete.

Ella bajaba a desayunar al café de 8 a 9 en ese bar que tanto le gustaba desde que llego a la ciudad hace apenas unas semanas próximo a la entidad bancaria en la que era interventora.

Aquella mañana él se vio obligado a cambiar de horario por motivos de agenda. Sentado de espaldas a la puerta compartía mesa con una compañera de trabajo. Como una puñalada a traición sintió como el corazón se le iba a salir del pecho al escuchar aquella voz que pedía en la barra del bar. Se giró y allí estaba ella, tan bonita como siempre con esa melena negra que dejaba caer media sobre su pecho y la otra mitad sobre la espalda. Más mujer que conservaba esa frescura de siempre.

Fue en su busca, ambos se miraron. El no pudo reprimir mirar ese escote que dejaba entrever aquellos pechos que un día fueron suyos. Se hizo unos segundos de silencio luego vinieron los dos besos y el abrazo de rigor. Se hicieron las preguntas protocolarias sobre los familiares y otras más directas conscientes o no al final ambos supieron que en esos momentos no tenían pareja. El destino esta vez actuó bien.

Comenzaron a verse con más asiduidad sin llegar a más, todo se limitaba a unos cafés y algún que otro cigarrillo a primera hora de la mañana. Como era inevitable llegó el momento en el que él la invito a cenar.

Aquella velada fue muy distinta a las últimas citas. Rieron, recordaron ratos de adolescencia, anécdotas de aquellos días donde la única preocupación era aprobar los exámenes en comparación a lo complicada que es la vida de adulto.

Ella subió al coche y le dejó ver sus piernas mientras se acomodaba en el asiento, él condujo hasta su casa, ella se acercó para despedirse y lo beso en la mejilla sin apartar sus negros ojos de los de él. Bajó del coche y se alejó varios metros hasta que volvió para invitarlo a subir. Antes de cerrar el coche él cogió una caja envuelta con papel de regalo y juntos subieron.

Al entrar ella lo dejó sentado en el salón mientras se cambiaba. Al volver con ropa mucho más cómoda se sentó en el sofá contiguo. Él le ofreció la caja, ella se sonrojó en silencio y poco a poco comenzó a desenvolverla, las manos les temblaban, por fin pudo quitar todo el papel y la abrió. No pudo contener unas lágrimas al ver el interior del regalo: una envejecida botella verde de cerveza Carlsberg.

La noche continuo en la cama, se despertaron juntos, desayunaron juntos y juntos continuaron.

El universo de su piel

No sabría decir si era más bonita despierta o dormida, la veía tan frágil cuando descansaba. No existe el mundo más allá de su piel. Ella es mi corazón cuando duerme, mi vida cuando despierta, mi universo cuando me habla y mi infinito cuando me besa.

El mundo se me hace tan pequeñito cuando no está, me siento solo incluso si está en otra habitación, si no oigo sus pasos descalzos por la casa o su canturrear continuo, su risa cuando la sorprendo y la abrazo por la espalda mientras prepara el café o la persigo por el pasillo cuando corre para evitar las cosquillas que siempre acababan en miradas serias, besos húmedos, amor inventados y construidos a medida, nunca era igual.

Ahí estaba yo viendo como la luz tenue de la mañana entraba por la venta e iluminaba la cama, ella estaba allí desnuda medio tapada con esa sabana que ceñía su cuerpo.

Me preparé un café, fumé el primer cigarrillo de la mañana. Al volver a la habitación ella seguía dormida, un ángel, el amor de mi vida. Pensar que ese cuerpo no tiene un centímetro que yo no haya acariciado me hizo sentirme el hombre más afortunado de la Tierra.

Me acerque despacio para no molestarla, la bese en el cuello y le susurre despacito:

– Despierta mi amor, ya amaneció.

Ella abrió los ojos que ilumino toda la estancia y me dijo.

– Déjame un poquito más

– Venga vamos anda, que cada minuto que tenemos hay que aprovecharlo para ser felices

Ella me cogió por la nuca y me metió en la cama, hicimos el amor, nos matamos a besos, a caricias, a mordidas. Cuerpos sudorosos. Olor a sexo, olor a ella. Rompimos las sabanas de agarrarnos para no morir cuando llegábamos al paraíso.

Quedamos extasiados, mi frente sobre la suya abrazados como solo los que se aman saben hacerlo, necesitaba comérmela a besos para darle las gracias, nos levantamos y ella se marchaba a la ducha, se volvió a medio camino se acercó y me susurro al oído.

– Te quiero

Y yo me sentí morir.

Aunque no me creas

 

Aunque no me creas pensé que sabía apreciar lo bello de una puesta de sol hasta que vi tus ojos.

Aunque no me creas pensé que sabía apreciar lo bello de un amanecer hasta que vi tus labios.

Aunque no me creas pensé que sabía lo bello que era el cielo hasta que vi tu sonrisa.

Aunque no me creas pensé que sabía lo bella que es la música hasta que oí tu voz.

Aunque no me creas no recordaba lo que era vivir hasta que te conocí.

Nunca sabré lo que es una puesta de sol hasta que seque tus lagrimas con mis caricias.

Nunca sabré lo que es un amanecer hasta que despierte contigo

Nunca sabré lo que es la felicidad hasta que sonrías por mi

Nunca escuchare buena música hasta que me hables

Vivir, sabré lo que es vivir porque nunca podré olvidar que te conocí.

Aunque no me creas.

Dios o naturaleza de Spinoza

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Toda mi vida he creído que mi relación con Dios era única, rara, de otro lugar y que nadie podía explicar, hasta hoy a los 54 años al conocer a Baruch de Spinoza un filósofo holandés considerado uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII, junto con el francés Descartes. Él definió a Dios como lo siento pero que nunca supe explicar

Este es el Dios o Naturaleza de Spinoza

Si Dios existe nos diría:

«¡Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida. Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti. ¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, oscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa! Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti.

Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo. El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer.

Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tus hijos… ¡No me encontrarás en ningún libro! Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi trabajo?

Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te critico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor. Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice, yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias, de libre albedrío ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad? ¿Qué clase de Dios puede hacer eso? Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que sólo crean culpa en ti. Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para ti. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía. Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas.

Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro. Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno. No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir. Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di. Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó?, ¿Te divertiste? ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿Qué aprendiste?

Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar.

Deja de alabarme, ¿Qué clase de Dios ególatra crees que soy? Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido?

¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme. Deja de complicarte las cosas y de repetir como perico lo que te han enseñado acerca de mí.

Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones? No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro… ahí estoy, latiendo en ti».

Baruch Spinoza

 

Historia «Los ciento un Kms. de la Legión»

Todos los años se lleva a cabo en Ronda –Málaga- la carrera que organiza La Legión y que tras cada edición va adquiriendo más inscritos y prestigio. Para los ‘cientouneros’ es una carrera muy dura, pero ¿saben ellos que el esfuerzo que llevan a cabo no tiene nada que ver con el que hicieron los legionarios en julio de 1921? Y, por otra parte, ¿conocen los hechos que se conmemoran con esta carrera? El relato es el siguiente.

Hemos de situarnos 94 años atrás, en 1921. España estaba entonces en la dura tarea de pacificar la zona norte de Marruecos –Francia lo hacía en la zona sur- en una intervención militar que, salvando el tiempo y la distancia, se parecía a la actual intervención en Afganistán. España llevaba a cabo esta misión partiendo desde tres puntos: Ceuta, Melilla –ciudades españolas- y Larache –una ciudad marroquí de la costa atlántica. Desde estos orígenes, las tropas españolas iban penetrando en Marruecos para pacificar, por las buenas o a la fuerza, las kabilas –tribus- rebeldes a la autoridad del Sultán. Se trataba de devolver a este su autoridad y que Marruecos acabará funcionando como un estado normal. La Legión, recién creada en Ceuta en 1920, estaba mano a mano con los Regulares encabezando las columnas que atacaban a los rebeldes.

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QUE SE MUEVAN LOS LEGIONARIOS

Era la noche del 21 de julio de 1921. La columna del general Marzo, que estaba tratando de derrotar a los seguidores del cabecilla el Raisuni en Tazarut, estaba acampada en Rokba el Gozal –al suroeste de Tetuán, en la región de Yebala-. Allí estaban descansando las tropas tras haber ocupado el Zoco el Jemís de Beni Arós, el lugar donde los integrantes de esta kabila montaban el mercado cada jueves.

Eran las 2 de la noche cuando llegó un mensaje muy urgente que, sin dar más detalles, ordenaba al jefe de La Legión, el teniente coronel Millán Astray, que de inmediato mandara una bandera lista para el combate al Fondak –posada- de Ain Yedida. Esto sólo podía significar una grave situación, pero entraba en lo normal: los legionarios estaban para acudir a combatir allí donde fuera necesario.

Millán Astray mandó tocar ‘generala’ –en toque de cornetín que ordena formar al instante por una emergencia- y los legionarios de la I Bandera –mandada por el comandante Franco, 29 años- y los de la 4ª compañía de la II Bandera – que estaba con ella de refuerzo- desmontaron su campamento, se equiparon y, a las 2 y cuarto, ya estaban marchando; cada legionario llevaba 210 cartuchos –muchos más de los 150 que lleva actualmente un fusilero-.

Marcharon a toda la velocidad posible, sin más detenciones que unos pocos minutos cada hora, durante 11 horas seguidas. A la 1 de la tarde del día siguiente, la columna hizo un alto en un lugar llamado Ali Judi para comer y descansar un par de horas. A las 3 de la tarde los legionarios reanudaron la marcha a todo lo que daban las piernas porque sabían que la situación, allí donde fuera, exigía imperiosamente su presencia. La cabeza de la columna, que marchaba sin guías, se perdió, dio un gran rodeo y tardó en encontrar el camino correcto.

Se siguió marchando durante toda la tarde entre el polvo, el calor y la sed, y la fatiga acabó apoderándose de los legionarios; dijo la crónica: “andan como autómatas poniendo todo su pensamiento, su voluntad en caminar silenciosos, ahorrando palabras inútiles. El cansancio es terrible”.

Cerca de la medianoche, tras otras 9 horas de marcha forzada, y teniendo que vencer una empinada cuesta arriba en medio de un vendaval, la cabeza de la columna llegó a su destino: el Fondak de Ain Yedida. Nada más llegar, los legionarios, derrengados, no esperaron a cenar ni a montar las tiendas de campaña; se tiraron al suelo a dormir. El final de la columna tardó en llegar un par de horas pues traía a los legionarios que, por las rozaduras del calzado, lesiones o fatiga, no pudieron seguir el endiablado ritmo. Después se supo que dos legionarios habían muerto de agotamiento.

Nuevas órdenes obligaban a continuar rápidamente hasta Tetuán. Pero los legionarios no podían seguir; era absolutamente necesario que descansaran siquiera un par de horas, porque estaban a punto de quedar inutilizados para ningún combate. A las 3 de la noche se tocó diana, pero los legionarios no conseguían levantarse; no podían ni moverse de la paliza de las horas anteriores. Poco a poco, conscientes de la gravedad de la situación, la columna se organizó y reanudó la marcha, repartiéndose el desayuno por el camino.

Llegaron nuevas noticias: tampoco era Tetuán el final de la marcha; era sólo una etapa camino de Ceuta. ¿Ceuta?

¿Pasaba algo en Ceuta? Nadie podía dar noticias, pero se temían muy graves. Y la marcha prosiguió durante otras 7 horas hasta que, a las 10 de la mañana del 22 de julio, la columna llegó a Tetuán.

La I Bandera acabó así una de las marchas más extraordinarias que una unidad de infantería hubiera hecho jamás. Había cumplido las exigencias del Credo Legionario, el código de comportamiento que estableció el Fundador. Dice el Espíritu de Marcha: “Jamás un legionario dirá que está cansado hasta caer reventado. Será el cuerpo más veloz y resistente”; y el Espíritu de Disciplina: “Cumplirá su deber. Obedecerá hasta morir”.

Se ha calculado que los legionarios habían marchado, cargados de equipo, armas y municiones, en medio de un ambiente abrasador, unos 100 kilómetros a marchas forzadas, aunque la verdadera distancia resulta difícil de precisar por el recorrido adicional hecho cuando la cabeza de la columna se extravió. Los legionarios hicieron todo este esfuerzo a lo largo de unas 27 o 28 horas parando a descansar sólo 2 y durmiendo otras 3. Una distancia que viene a ser como Madrid-Ávila, Barcelona-Tarragona, Lugo–Santiago de Compostela o Granada – Jaén.

Por todo esto, y para que no se olvide semejante hazaña de la I Bandera, se determinó que la carrera actual fuera de 100 + 1 kilómetros en recuerdo simbólico de todo aquel recorrido.

PERO, ¿QUÉ PASÓ REALMENTE?

La I Bandera, a su llegada a Tetuán, se encontró con el resto de la II Bandera –comandante Rodríguez Fontanés, 42 años- que ya había llegado tras una marcha rápida similar desde su campamento de Ben Karrich, situado a 14 km de distancia. La razón de reunirlos en Tetuán era que allí empezaba la línea férrea que les llevaría hasta Ceuta. Ya había más noticias: efectivamente, seguirían hasta Ceuta, y allí, integrados con los Regulares de Ceuta, formarían una columna mandada por el general Sanjurjo e irían en barco hasta Melilla. ¿Melilla? ¿Por qué este envío tan urgente de tropas de primera línea?

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A 110 km de Melilla en el interior de Marruecos, en la zona que, a lo largo de 12 años, había ido pacificándose sobrevino un súbito y grave desastre. En realidad, había comenzado días atrás con la captura por los rebeldes rifeños de la posición de Abarrán –el 1 de junio de 1921- y de la de Igueriben –el 21 de julio-, pasó por el suicidio del general Silvestre y la retirada de la columna del general Navarro desde el campamento de Annual –iniciada el 21 de julio-, su refugio en la posición de Monte Arruit -29 de julio-, y acabado en su rendición a los rifeños rebeldes -9 de agosto-.

Este desastre tuvo dos epílogos trágicos: el primero fue que unos 9.000 militares españoles resultaron muertos en la retirada o asesinados tras la rendición. El segundo fue que, desaparecidas casi todas las tropas, Melilla sólo podían defenderla unos escasos y poco experimentados soldados. Y las harkas –bandas- rebeldes estaban a punto de invadir Melilla y continuar con los asesinatos de españoles.

El envío tan urgente de tropas desde Ceuta obedecía a la salvación de Melilla. Durante la mañana del 24 de julio llegó, procedente de Almería, el primer refuerzo constituido por el I Batallón del Regimiento de Infantería de la Princesa. A lo largo de la mañana llegaron los refuerzos desde Ceuta: la I y la II Banderas de La Legión. Al día siguiente el Grupo de Regulares de Ceuta y Artillería… Y empezó otra fase de esta historia.

Fuente: ONE MAGAZINE

El cúter

Cutter bordes redondeados

El paisaje es digno de una postal navideña, los árboles con las hojas vencidas por el peso de la nieve se estrellan contra el viento frío del norte. El hielo suena con cada pisada mientras sigue amontonándose los copos, la respiración se hace visible, el frío cada vez apremia más, la sangre se filtra en la nieve como el sirope de fresa en los granizados baratos tiñendo el blanco impoluto de la nieve del invierno. El cuerpo tendido se va enterrando con cada embestida de la ventisca arrastrando la nieve contra el frío cadáver.

No puedo apartar la vista, hace solo un momento era una persona llena de vida y ahora míralo está ahí tumbado, frío, rígido y callado, en silencio, ese silencio que solo los muertos pueden provocar. Es increíble lo que pasa por la mente de las personas para cometer un crimen como este, desfigurar, cercenar y desmembrar a un ser humano. Nunca imagine que se pudiera hacer esto.

Las mejillas están cortadas con precisión quirúrgica, del cuello aún brota esa roja sangre que empapa el suelo impoluto. Eran cortes finos y definidos, hechos con toda la calma del mundo como si tuviera todo el tiempo para mí. Antes él estaba vivo y yo no era un criminal.

No siento remordimiento, no siento mi cuerpo, me veo desde fuera de pie delante del cuerpo con la cabeza agachada y mirándolo fijamente, no siento frió, de hecho, no siento nada. Dudo si estoy vivo, si soy el que observo de pie o el que está tumbado y desgarrado en el suelo sangrando.

Me vienen imágenes de cómo después de saltar sobre él paso la afilada hoja del cúter por su cuello, sus ojos blancos, esos sonidos guturales de estar ahogándose en su propia sangre, la sangre caliente sobre mi mano, esa flacidez del cuerpo pegándose aún más al suelo. Lo traslado al exterior dejando un rastro a su paso como en una novela de Stephen King. Aunque no lo parezca no siento el más mínimo arrepentimiento.

No he terminado el trabajo y en medio de la nevada corto sus mejillas desde las comisuras de los labios hasta los lóbulos de las orejas. Ríe, ríe pensaba mientras lo hacía. Y con la misma frialdad corté sus dedos, abrí su abdomen siguiendo paso a paso como un autómata lo que se metió en mi cerebro mientras leía en mi PC poco antes de que esta locura empezará.

El frío me hizo volver en mí y fui consciente de lo que había hecho, de esos pensamientos que me empujaron a cometer este crimen. La única solución para escapar de esto es dejarme llevar por el final que me auguraba aquella lectura en la web. Cogí el cúter y comencé a pasar su hoja por mi cuello, no tenía miedo, me sentía bien, en paz, redimido.

Los dos cuerpos ahora sin vida permanecieron allí hasta que llegó la policía. El inspector siguió el rastro de sangre hasta el interior de la casa tratando de no pisar más de lo necesario para no falsear pruebas. Dentro había varios policías uniformados, uno de ellos preguntó si se llevaban el PC que estaba en el suelo al lado del sillón, el comisario asintió con la cabeza.

– ¿Alguien sabe cómo se apaga esto?, preguntó el joven policía.

–¿Está todavía encendido?, no lo apagues déjame ver.

El comisario se acercó, estuvo mirándolo un rato y dijo:

– Podéis apagarlo, solo aparece lo último que estaba leyendo alguno de ellos. Nada importante, una página con un relato titulado «El Cúter». Etiquetarlo como prueba Número 12.

La jornada había sido agotadora, el comisario por fin llego a casa donde le esperaba el calor de la familia y el «reposo del guerrero», entró beso a su mujer y estuvieron abrazados unos segundos.

Ella volvió a su sitio preferido en el salón, acababa de terminar una partida online y se dispuso a leer algo, el comisario se sentó con una taza de café caliente en el sillón de al lado. Al cabo de unos minutos ella se levantó, entró en la habitación donde dedicaba sus ratos libres a sus manualidades, abrió un cajón y sacó un cúter.

Él estaba sentado tranquilamente mirando la televisión ella entró en el salón por detrás del asiento de su marido.

La sangre salpicó el PC que había quedado en el sofá, en la pantalla se podía ver una página web de relatos cortos con una entrada titulada «El Cúter». En el exterior el paisaje era digno de una postal navideña, los árboles con las hojas vencidas por el peso de la nieve se estrellan contra el viento frío del norte.

El Tiempo en el que Vivimos

El tiempo en que Vivimos

Damos tantas cosas por hechas que no nos paramos a pensar en ellas, no tenemos un instante para dedicarnos simplemente a pensar en lo maravilloso que es lo que nos está ocurriendo, por ejemplo, en este mismo instante en el que estás leyendo estas palabras que se escribieron en un momento que ya no existe para mí es tu presente mientras lo lees.

En cuanto al tiempo es comparable a la cita de Heráclito «no es posible bañarse dos veces en el mismo río porque todo fluye», el río no es el mismo cuando entras en él. Si lo comparamos cuando salimos, el agua que te moja no es la misma, esa agua ha modificado el fondo arrastrando cantos rodados, de forma imperceptible el fluir del agua ha erosionado la cuenca.

Con el tiempo ocurre lo mismo, el presente no existe es solo el momento en el que un instante se transforma en futuro y al mismo tiempo en pasado, nuestros relojes no marcan la hora exacta porque con solo mirarlo ya hemos avanzado hacia el futuro creando un pasado infinitesimal que se suma al conjunto de acontecimientos que nuestro cerebro registrará como cosa pasada, a la vez esa fracción de tiempo infinitesimal crea el futuro. De esta manera podemos concluir que el futuro tampoco existe, el futuro no es otra cosa que extrapolar acontecimientos pasados que ya conocemos por nuestra experiencia que posiblemente ocurran más adelante.

No es posible bañarse dos veces en el mismo río porque todo fluye

El reloj es simplemente una máquina que mide a qué velocidad viajamos al futuro y construimos el pasado, es imposible que una máquina mida precisamente el presente porque este es el resultado del traslado desde el pasado al futuro. Cuando intentas saber en qué momento del tiempo nos encontramos el reloj solo nos puede dar una apreciación cercana a los que llamamos presente.

Dicen muchos entendidos en física que «la prueba más patente de que es imposible viajar en el tiempo es que aún no nos han visitado nadie del futuro» y es que resulta imposible viajar desde un lugar que no existe, sencillamente porque nuestro viaje aún no nos ha llevado allí.

Sin embargo, la teoría de la relatividad de Albert Einstein confirma que podemos viajar en el tiempo y así lo ratificó Stephen Hawking, pero ese viaje supondría alcanzar velocidades cercanas a la luz, olvidémonos de las máquinas del tiempo del tipo descrito en la novela de George Wells, es necesario alcanzar velocidades próximas o igual a la de la luz por lo que necesariamente debe existir un desplazamiento por el espacio. Mientras que para los viajeros de esa nave el tiempo transcurre más lento para el personal en la Tierra el tiempo fluye más rápido, un día viajando a esas velocidades equivaldría a un año en la Tierra.

¿Podemos saber si algo del pasado puede viajar hasta nuestro presente?, ciertamente si, «mis ojos ven estrellas verdes regalando luz del pasado en el presente»[1]

¿Y viajar al pasado? en ese sentido los científicos tienen claro que, si algún día podemos viajar en el tiempo, solamente lo podríamos hacer al futuro, la imposibilidad de viajar al pasado lo explica Hawking en lo que llama la «Paradoja del científico loco». ¿Qué pasaría si un científico usa el agujero (de gusano) para disparar contra su yo del pasado? Ahora está muerto, pero ¿quién disparó? Es una paradoja, no tiene sentido. El tipo de situación que provoca pesadillas a los físicos. Este tipo de máquina del tiempo violaría una regla fundamental que gobierna el universo entero: las causas suceden antes de los efectos. (ABC Ciencia 11 de mayo de 2010).

Ahora te toca a ti lector decidir si estás leyendo esto en el presente, lo haces mientras viajas al futuro o ya estás en el pasado. Recuerda, al leer dejas el pasado atrás mientras viajas al futuro y el presente no existe: ¿o sí? Tu eliges

[1] Del tema «Explorador Celeste» – Sergio Makaroff

Divorcio express

Erotica

Primer contacto

La cena terminó entre risas en un ambiente distendido como lo fue todo el tiempo a pesar de que David y Rebeca acababan de conocerse, reunidos en la puerta del restaurante la sobremesa se alargó unos minutos mientras se despedían con el deseo de volver a repetir la experiencia. David pulsó el mando a distancia del coche y las luces de un BMW 330e gris metalizado parpadearon unos metros más adelante.

— ¿Vamos? Le dijo a Rebeca.

— Sí, claro voy en la misma dirección. —Contestó David

Anduvieron casi sin mediar palabra, cuando llegaron a la altura del vehículo Rebeca se despidió con dos besos y una sugerencia de volver a repetir lo de aquella noche, anteriormente se habían intercambiado los números de teléfono. David entró en el coche y arranco sin apartar la vista de aquel cuerpo embutido en ese traje negro que lo cubría hasta unos centímetros por encima de las rodillas, Rebeca era una mujer muy elegante, como de las que hoy en día cuesta trabajo encontrar —pensó— sus ojos seguían una trayectoria descendente por sus piernas, cubiertas por esas medias negras que tanto le ponían, que desembocaban en aquellos zapatos de tacón de aguja que le hacía resaltar más esos glúteos de horas en el gimnasio, en resumen se podría  decir que era el tipo de mujer con el que más de una vez había soñado.

David hizo que el coche avanzara lentamente, al llegar a la altura de Rebeca con la ventanilla bajada  se inclinó sobre el asiento del acompañante y se dirigió a ella — ¿dónde tienes aparcado el coche? Preguntó. No tengo coche he venido en autobús, me gusta utilizar los medios de transporte o dar un paseo — Contestó. David no pudo evitar imaginarla en el autobús arrastrando la mirada de todos hacia esos pechos que ansiaban salir por el escote asimétrico que dejaba desnudo su brazo derecho. De nuevo volvió a la realidad.

— ¿Si quieres te llevo a casa o donde me digas?, preguntó esperando una excusa seguida de una negativa.

— Perfecto, te acepto la invitación estos zapatos me están destrozando. Respondió para sorpresa de David.

Ella subió al coche mientras David se la comía con los ojos, tardó esos segundos en los que una mujer se da cuenta de la atención que despierta en la mayoría de los hombre y David no era la excepción. Lo miró, él apartó la mirada y ella sonrió complaciente.

Durante el viaje hablaron de la velada, de sus aficiones, sus trabajos y poco más, una conversación de cortesía que de vez en cuando se interrumpía por las miradas que David dirigía a esas piernas ahora más descubiertas. Ella lo observaba y disimuladamente con movimientos para acomodarse en el asiento procuraba elevar el vestido cada vez un poco más, dejando el resto para la imaginación. Esa actitud hizo que David entendiera que ella también se veía atraído por él o eso le parecía, nunca fue, como la mayoría de los hombres, muy bueno para leer los mensajes subliminales de las mujeres.

Día de autos

Llegaron a la casa de David alrededor de media noche, en la habitación casi tapados por una fina sábana Rebeca subida sobre David lo siente dentro moviéndose al ritmo que le imponía el momento. David acaricia sus pechos mojados de sudor entreteniéndose en sus duros pezones, los jadeos se escuchaban en el rellano de la escalera el orgasmo estaba a punto de llegar y los dos lo notaban subiendo poco a poco, el punto sin retorno el que se busca llegar juntos y así abrazados sus cuerpos sudorosos se entrelazaban entre besos y caricias.

La puerta se abrió bruscamente, la hoja golpeó sobre el tope empezando a cerrarse de la misma forma que se abrió, la mano de Margaret lo impidió. La esposa de David llegó antes de tiempo sorprendiendo a los amantes empapando la cama común del matrimonio.

Rebeca salió de la habitación sin mirar a Margaret mientras se cruzaban. No hubo las frases típicas, no hubo reproches. El silencio ensordecedor lo decía todo.

Días más tardes

Los abogados trajeados intentarán sacar para sus clientes el mejor partido posible del divorcio. David era el eslabón débil de la cadena, todo el dinero pertenece a Margaret, todas las empresas tecnológicas también y aun así el equipo de abogados de la Empresa intentará dejar a David en la pura miseria por orden de su clienta.

Los abogados de la Empresa piden un receso para compartir pareceres con Margaret. Una vez solos el jefe del equipo legal se acercó a su clienta.

  • Margaret, estamos ante un problema legal sin precedentes para la empresa. Dijo el trajeado abogado.
  • No importa, seguiremos adelante. —Contestó ella
  • Creo que no me estas entendiendo. Esto no puede dirimirse en un acuerdo entre las partes. El asunto deberá llegar a los tribunales.
  • Sí que lo entiendo, corto a su interlocutor, y vamos a por todas.

El Juicio

Todo iba perfecto o eso le parecía a Margaret hasta que el juez salió a dar el veredicto.

Ha quedado debidamente probado, empezó a decir el juez, que las causas alegadas para dilucidar los motivos de esta demanda de divorcio no pueden tenerse en cuenta por parte de este tribunal.

Igualmente queda probado que el modelo de Cybertoy Ltd. cuya patente es propiedad de la parte demandante Modelo R.E.B.E.C.A 01-AD154 desarrollado por su departamento de Inteligencia Artificial bajo la dirección del socio mayoritario como ingeniero jefe D. David Thruman, demandado en este procedimiento, es un producto catalogado como «juguete sexual».

Por todo ello satisfacer los deseos sexuales con un juguete, no puede considerarse causa de disolución del matrimonio por adulterio por muy sofisticado que fuera el aparato, que este ha de considerarse dentro de la categoría a la que pertenece los consoladores, vaginas artificiales y otros desarrollados para el mismo motivo.

De continuar las pretensiones de la demandante, el matrimonio habrá que disolverse por la vía de un divorcio ordinario fuera de la jurisdicción de este u otro tribunal siempre que se intente alegar los mismos motivos.

Epílogo

La disolución siguió adelante con un reparto equitativo entre ambas partes.

Ambos quedaron muy contentos por el funcionamiento de su producto estrella.

Dos años más tarde la empresa había triplicado las ganancias de la que se beneficiaron ambos.

La idea de llevar adelante un divorcio imposible, como se planeó por ambos, fue la mayor publicidad que una empresa había llevado jamás a tan bajo coste.

Buen marketing, buenas ganancias.

Las Gaviotas

Alojamiento

Ese viento que la acompañó toda su vida al pasear junto el acantilado le golpeaba arrastrando finas gotas de lluvia. Se relajaba paseando tranquilamente lejos de la casa de la colina, esa misma casa a la que ahora mira desde el borde del precipicio.

Las gaviotas revoloteaban a su alrededor atrapadas en la brisa marina y la tenue lluvia, sus manos arrojaban migas de pan y restos de pescado que había sobrado en la comida. Ya oscurecía, pero le impresionaba cada día ver como al ritmo que la noche caía las luces de los candelabros se asomaba a las ventanas del caserón.

Las gaviotas seguían revoloteando, sería el pan y el pescado.

No guardaba muy buenos recuerdos de su vida en aquella casa, esas maderas carcomidas habían sido testigo de muchas vejaciones a las que era sometida por aquel viejo borracho. Marido de conveniencia. A sus 25 años debía soportarlo, aguantar sus babas, el aliento alcohólico y ese olor a orín rancio de su «querido esposo». Sentía nauseas de solo pensarlo. El único momento del día en el que era más o menos feliz transcurría en sus paseos vespertinos que se alargaban hasta que el sol se ocultaba tras el horizonte cediendo el puesto a la Luna que aparecía tras la mansión.

Judith Morgan era una mujer menuda, frágil, de piel cenicienta y ojeras de no dormir. Una mujer amargada a pesar de sus años, no soportaba el destino que sus padres le dieron para poder mantener la casa a costa de la mejor o peor fortuna del viejo adinerado.

La noche cayó fresca, llegó la hora de volver a casa, lanzó lo que quedaba del pan y el pescado por el despeñadero. Mientras caían las gaviotas se los arrebataron a la noche o entre ellas, otros llegaron hasta abajo golpeando las rocas, otros caían al mar y pocos sobre el Señor Morgan. Su cabeza estaba abierta y la sangre transcurría por las hendiduras de las rocas hasta llegar al mar donde se convertía en un hilo de seda rojo que se difuminaba entre la espuma de las olas. Esa tarde Judith no salió a pasear sola.

Las gaviotas revoloteaban sobre él, sería el pan y el pescado. — murmuraba Judith.