
Jack, un hombre solitario y soltero vivía en una ciudad grande y agobiante. Siempre había sido una persona introvertida y no tenía muchos amigos. Trabajaba en una oficina aburrida de 9 a 5, su vida parecía ir en piloto automático día tras día. Una monotonía de la que intentó huir más de una vez, pero siempre lo atrapaba.
La vida había sido muy dura con él convirtiendo su trabajo en la única distracción diaria. Los días eran tediosos a base de TV y comida basura, su apartamento era el fiel reflejo de su personalidad. Noches de insomnio y pensamientos recurrentes que no lo llevaba a ninguna parte y tampoco le ayudaba mucho.
Sin embargo, todo cambió una noche, Jack estaba en su apartamento tratando de dormir, pero como casi siempre no podía conciliar el sueño. Estaba cansado y agotado, pero su mente seguía divagando en sus pensamientos y preocupaciones cotidianas.
Vueltas y más vueltas manchando las sábanas de sudor, harto del desvelo decidió salir a caminar para despejar su mente. En el exterior el aire era frio, podía ver su respiración, el suelo mojado de la lluvia reflejaba la ciudad al revés como un inmenso espejo en el que la imagen desaparecía por las ondulaciones producidas por los pasos lentos de Jack sobre el agua. Mientras vagaba por las calles desiertas de la ciudad, escuchó un susurro suave, casi inaudible, que parecía venir desde un oscuro callejón. Al principio, pensó que era solo su imaginación jugándole una mala pasada, pero después de unos minutos, el susurro se hizo más fuerte y persistente.
Intrigado, entro en el callejón donde apenas llegaba la luz amarillenta de las farolas de la calle principal. No daba crédito a lo que vio en la oscuridad completa que ahora lo rodeaba en aquella húmeda y lúgubre travesía, no podía mover un solo musculo mientras frente a él empezó a centellear una luz que dejaba ver en su centro una mancha negra que crecía ocupando el ancho de la callejuela, un portal oscuro, una singularidad cuyo horizonte de sucesos cada vez estaba más cerca de él flotando en el aire. No podía explicar cómo estaba allí ni qué significaba, pero sabía que tenía que averiguar de que se trataba.
Recordó cómo la gente del barrio estaba asustada y evitaba pasar por ese sitio desde hace mucho tiempo. Cada vez se sentía más atraído por la extraña y misteriosa apertura que flotaba frente a él.
Con el corazón desbocado, se vio succionado por el fenómeno inexplicable pasando de un plano dimensional a otro, se encontró en un universo completamente diferente. Era un lugar oscuro y siniestro, lleno de árboles retorcidos, cielos rojos, formas extrañas y diseños nunca visto antes. Lo más impresionante era ese cielo carmesí con una solitaria estrella en el horizonte, pronto se dio cuenta de que ese lugar no era para él ni para nadie de su realidad.
La cabeza empezó a llenarse de voces que sabía que hablaban un idioma desconocido pero que el entendía, no le gustaba nada de lo que escuchaba, se vio amenazado tanto el cómo a cualquiera que entrara en ese mundo y entendió que debería volver y cerrar ese portal si quería salvar a su universo, la única forma de volver era encontrar otra salida. El portal se cerró a sus espaldas.
Buscó desesperadamente en ese mundo aterrador, encontrando portales que lo llevaban a lugares aún más espeluznantes aquello le recordó los 9 círculos del infierno de Dante. Cuando finalmente encontró un portal que lo llevaba de vuelta a su realidad, descubrió que había pasado años en ese lugar de pesadilla, aunque para el solo fueron minutos.
Apareció donde debía estar su hogar, en su lugar un edificio en ruina como el resto de la ciudad se alzaba sobre su cabeza, no había indicio de vida animal, allá donde mirara la maleza invadía totalmente el paisaje cubriendo lo que quedaba de lo que una vez eran edificios.
Continúo caminando, la noche lo sorprendió cansado, paró a tomar un respiro, un poco de aliento, la Luna llena iluminaba el paisaje. Le gustaba observar la luna, lo relajaba.
Busco refugio en el vestíbulo de un destartalado hotel, no olía bien ni era agradable a ninguno de los sentidos, pero en esas condiciones poco podía exigir. Decidió explorar los alrededores de la vieja recepción, vio como todas las llaves excepto la de habitación 407 estaban colocadas en sus casilleros. A la carrera se dispuso subir escaleras arriba hasta esa habitación. Abrió la puerta, todo allí aparecía en perfecto estado como si algo la hubiera resguardado de lo que hubiera ocurrido allí todo era muy diferente a lo que hasta ahora había visto.
Escucho un susurro que le era familiar, provenía del pasillo largo y oscuro que daba acceso al resto de las habitaciones de la cuarta planta, aquello avivo su curiosidad, allí estaba de nuevo esa mancha oscura flotando en el aire como un agujero negro que tarde o temprano lo engulliría todo de nuevo.
Jack obsesionado en encontrar otros medios para volver a su realidad entro en ese portal, explorar otros mundos que le pudieran ayudar a regresar. Su vida cotidiana perdió todo sentido, y pronto se vio atrapado en un ciclo interminable de exploración y horror. Jack se había sumido en la locura.
La puerta de la habitación blanca y acolchada se abrió, unos pasos se acercaban. Escucho una voz que lo llamaba por su nombre.
— ¿Jack, ¿me escuchas?, ¿Cómo te encuentras hoy?
Claro que la escuchaba, escuchaba a la Dra. Maddy todos los días puntual como un reloj, de la misma forma que podía escuchar al resto del personal sanitario, pero no podía moverse ni responder.
Una lagrima calló por su mejilla, hasta chocar con el tubo nasogástrico que lo mantenía alimentado.
Intento poner atención a lo que le rodeaba, le resultaba imposible llevaba sin poder moverse no sabe ya cuánto tiempo, tampoco sabía desde cuando estaba allí.
Escucho algo que llamó su atención y lo hizo abrir los ojos de par en par, en ellos se podía ver el pánico, la angustia y quizás sus últimas lágrimas.
Un susurro suave, casi inaudible se oyó en la habitación.