Halloween

Seis de la mañana de un día uno de Noviembre, Sebastián como la mayoría de los autónomos no se podía permitir descansar el día de todos los Santos, como siempre antes de salir  de casa fue habitación por habitación besando a sus hijos y su mujer, un café rápido tomado de pie apoyado en la encimera de la cocina y de nuevo a la rutina.

Sebastián a pesar de sus 50 años y un moderado sobrepeso se encontraba ágil, rápido y en forma dentro de los límites que su edad y la falta de ejercicio. Salió de casa, pulsó el botón del ascensor sin poder evitar tocar la puerta metálica  ̶ ¡que fría está la jodía! ̶  pensó-. Mientras el ascensor bajaba hasta la planta del garaje, encendió un cigarrillo aprovechándose de la hora  y de la festividad del día.

El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron con un sonido desagradable, se adentró en el estrecho pasillo que conducía a los aparcamientos, desde hacía varios días los pocos fluorescentes que aún funcionaban en el estrecho corredor parpadeaban asíncronos haciendo del lugar un espacio lúgubre y tétrico, nunca le gusto ese pasillo y lo cruzo lo más rápidamente posible. Una vez en el aparcamiento, sabedor de lo lenta que resultaba la apertura de la puerta de salida de vehículos acciono el mando a distancia. Lentamente la puerta se fue abriendo dejando entrar la luz artificial de las farolas del exterior. Una vez dentro del coche se frotó las manos para ahuyentar el frío de la mañana, dio media vuelta a la llave de contacto y la parte trasera se iluminó con la luz de marcha atrás que el día anterior había dejado metida, mientras tanto miro a través del retrovisor interior viendo la totalidad de la pared iluminada, de repente y sin previo aviso apareció sobre la parte trasera del vehículo una figura que se reflejó en el espejo, unos ojos blancos carentes de pupilas, la mandíbula desencajada y la cara desgarrada dejando ver los huesos maxilares, aquella figura golpeaba insistentemente el maletero dejando escapar de su boca  de forma explosiva un fluido viscoso y desagradable.

Sebastián quedó petrificado viendo como esta se alejaba acompañado de otra criatura de semejantes características y se perdían saliendo por la puerta que se encontraba a medio abrir. De repente sintió un agudo dolor en el pecho que se le irradia al brazo izquierdo, en ese breve momento que hay entre la vida y la muerte supo reconocer los síntomas de un infarto que resultó fatal.

II

Halloween fiesta pagana de origen anglosajón cada vez ha ido calando más en Europa. La celebración de la unión extrema o cercana del mundo de los vivos y el reino de los muertos, se ha traducido en una fiesta consumista que van desplazando a otras más arraigadas en otros sitios.

Era del 31 de octubre a la hora de las brujas. Las parejas se apresuran a refugiarse allá donde podían huyendo de la lluvia que durante la celebración de la fiesta empezó a caer, el agua y el frio hacia que te calara hasta los huesos una humedad fría como la muerte.

Marcos y Celia entraron en un garaje comunitario aprovechando la salida de un vehículo. Allí se frotaron las manos y se abrazaron mientras de sus bocas salía el vaho testigo de las bajas temperaturas.

La puerta del garaje se cerró, ella se asustó era muy tarde y ahora se encontraban encerrados en un recinto privado sin poder salir. Marcos la tranquilizó invitándola a seguirla para salir por las escaleras interiores que conducían a los propietarios hasta sus plazas de aparcamiento. Todo fue en vano, fueron sorteando puertas hasta llegar a la que le dejaría llegar a la salida pero esa estaba cerrada con llave, era imposible salir.

Las tres de la mañana, disfrazados de zombis y prisioneros en un garaje. Bonito panorama para terminar la festividad. Se acurrucaron como pudieron detrás de un coche y se abrazaron para mitigar el frío. Marcos sacó una botella de vodka medio vacía y poco a poco fueron consumiendo el alcohol para entrar en calor.

De repente un estruendo despertó a los jóvenes, una luz blanca los deslumbró y Marcos se levantó sobre el maletero del coche tras el cual se había ocultado, la rapidez en levantarse, el frío y el alcohol le obligó a vomitar sobre el mismo sin poder evitarlo. Celia tiró de él como pudo, la puerta del garaje estaba abierta y salieron a toda prisa.

  • ¡Por fin hemos salido! Dijo Celia.
  • Menos mal. A pesar de todo no ha pasado nada, imagínate si el tío del coche nos coge dentro de su garaje. Contestó Mario.
  • ¡Joder a mí me da un infarto! Replicó Celia.